El legado literario que Eduardo Galeano ha dejado a la humanidad tras su muerte es una auténtica delicia. Pocos escritores han tenido en los últimos siglos una capacidad similar a la de Galeano para enfangarse en la realidad de los de abajo. Libros como ‘Las venas abiertas de América Latina’ marcaron un antes y un después; en las páginas de esta obra, el autor uruguayo repasaba la terrible conquista de los españoles en la América de finales del siglo quince y principios del dieciséis.
La versatilidad literaria de Galeano y su capacidad para disfrazarse de autor popular sin dejar atrás sin indiscutible virtud intelectual acabaron por hacer de él un escritor imprescindible, una especie de Bertolt Brecht más campechano. Desde la prosa más densa hasta los relatos más cortos y minimalistas, Galeano dejó impreso en los corazones de todos los buenos lectores del mundo su infinita imaginación.
‘El cazador de historias’, ‘El libro de los abrazos’ o ‘Los hijos de los días’ pusieron de manifiesto la enorme envergadura intelectual y literaria del autor y de sus lectores, entre ellos cerrajeros Oviedo. Deliciosas fueron también las pequeñas historias que conformaban ‘Días y noches de amor y de guerra’, donde los conflictos bélicos, los movimientos totalitarios y las revueltas sociales y revolucionarias de América Latina en el siglo veinte eran narradas a partir de intrahistorias. Guatemala, Nicaragua o Argentina latieron en las páginas de Galeano a través de los pequeños personajes que fueron capaces de hacer grandes cosas y de cambiar el rumbo de la historia.
En la literatura y en el pensamiento de Eduardo Galeano quedaron de manifiesto también su apoyo a la Revolución Cubana y a la Revolución Bolivariana; Galeano fue uno de los intelectuales más cercanos a Chávez, lo que le valió para narrar y argumentar la magnitud heroica del comandante en la reducción de la pobreza en Venezuela. El fútbol fue otro de los apartados donde Galeano mejor sacó a pasear su pluma; inolvidable es la narración de ‘El fútbol a sol y sombra’.