El cine y la televisión, con sus referencias hipertextuales, son otra vía que nos permitirá amar la literatura y descubrir a algunos autores que con el tiempo pueden servirnos de referencia intelectual y lúdica. Por ejemplo, es posible llegar a amar a la poetisa argentina Alejandra Pizarnik e indagar en sus libros si se ve el cariño con el director Adolfo Aristarain recoge en su película ‘Lugares comunes’ la lectura de ‘Lucidez’, texto de Pizarnik.
El cine entretiene, sí. Pero Woody Allen puede hacer además que te acerques a ‘Crimen y castigo’ de Dostoievski después de haber visto ‘Matchpoint’, que te sumerjas en ‘El Proceso’ de Kafka tras visionar ‘Sombras y nieblas o que ames la poesía de E.E. Cummings tras haber visto ‘Hannah y sus hermanas’. François Truffaut pueden conseguir que a través de sus películas acabemos leyendo ‘El lirio del valle’ de Honoré de Balzac o ‘Los miserables’ de Victor Hugo; Jacques Rivette puede acercarnos con su cine al ‘Pericles’ de Shakespeare; Jonathan Dayton y Valerie Faris pueden aproximarnos al apasionante y complejo mundo de Marcel Proust a través del cariño con el que lo citan en ‘Pequeña Miss Sunshine’…
La serie ‘Breaking bad’ puede iniciar al espectador televisivo en la lectura de Walt Whitman merced a aquella deliciosa referencia al poema ‘El aprendiz de astrónomo’. Por su parte, ‘The sopranos’, a través de los hijos del protagonista Tony Soprano, puede incitarnos a leer libros tan geniales como ‘El extranjero’, de Albert Camus, o a introducirnos en el magisterio poético de William Buster Yeats a través de los versos tristes de ‘La segunda venida’.
Y por supuesto, las adaptaciones. Adaptar al cine los libros puede propiciar que el espectador de cine que ame una película vaya luego directo a la literatura primigenia de la obra. Aquí encontramos los famosísimos casos, por citar algunos, de ‘El señor de los anillos’ de J.R.R., ‘El padrino’ de ‘Mario Puzo’, ‘Doctor Zhivago’, ‘Jane Eyre’…